Las críticas literarias de Santos Domínguez

Lecturas alternativas para este verano

Con las vacaciones veraniegas muchas cosas vuelven, entre ellas, llegan a los periódicos las listas de los libros "imprescindibles" para estos meses de vacaciones. Listas que a menudo vienen copadas por los libros que ya conocemos. RitmosXXI.com propone una lista de lecturas alternativas para estas vacaciones, desde cuentos hasta poesía o ensayo.
Empieza el verano y en los periódicos proliferan listas de los libros imprescindibles para estas vacaciones. Best-sellers copan casi todas estas listas, libros que ya conocemos; que no son novedad. En RitmosXXI.com, con la inestimable ayuda del prestigioso crítico literario, Santos Domínguez, os presentamos una lista alternativa de lecturas para este verano. 
 
Cuentos, poesía y narrativa profunda son los ingredientes de nuestra lista de títulos alternativos que harán las delicias de los lectores. 
 
La Bella y la Bestia
Basándose en un cuento de hadas tradicional europeo, madame Leprince de Beaumont publicó 1756 La Bella y la Bestia, un relato cuya vigencia se sigue manifestando en las constantes adaptaciones cinematográficas o en el musical de Broadway de gira por España. La bellísima edición de Reino de Cordelia, con traducción y prólogo de Luis Alberto de Cuenca, incorpora las ilustraciones de Walter Crane, el mejor ilustrador inglés de libros infantiles de la época victoriana.
 
Con un probable origen en la historia de Eros y Psique, que Apuleyo incluyó en El asno de oroLa Bella y la Bestia circuló desde la antigüedad por toda Europa en versiones orales y escritas y ha suscitado gran cantidad de interpretaciones: desde las sociológicas, que lo interpretan como una crítica de los matrimonios de conveniencia, a las lecturas antropológicas, que ven en esta historia una alegoría de los ritos de paso de la niña que deja atrás la infancia para entrar en la edad adulta, o a las psicoanalíticas, que ven en este relato un símbolo del despertar de la sexualidad desde la superación de las relaciones edípicas: “Bella –escribe Bruno Betelheim- se une a la Bestia únicamente por amor a su padre, pero, cuando este amor madura, cambia su objeto principal, cosa que, como la historia nos narra, no deja de comportar las consiguientes dificultades. Al final, tanto el padre como el marido recobran la vida gracias al amor que ella les profesa.
 
Jeanne-Marie Leprince de Beaumont.
La Bella y la Bestia.
Ilustraciones de Walter Crane.
Traducción y prólogo de Luis Alberto de Cuenca.
Reino de Cordelia. Madrid, 2013.
 
El crimen de Lord Arthur Savile
 
Rey Lear publica una espectacular edición ilustrada por Emilio Urberuaga de uno de los mejores relatos de Oscar Wilde con una nueva traducción de Susana Carral.
 
El crimen de Lord Arthur Savile, junto con El fantasma de Canterville y El retrato de Dorian Gray, completa el tríptico narrativo fundamental de la obra de Wilde. Las tres se publicaron el mismo año (1891) y son el exponente de un Wilde que en ese momento estaba en su mejor momento, dueño de un mundo literario propio y capaz de las más sorprendentes piruetas narrativas.
 
Un planteamiento sorprendente, una boda aplazada ante el pronóstico de un asesinato y una ardua peregrinación en busca del cumplimiento del deber a orillas del Támesis, donde el quiromante cumple bien a su pesar el destino previsto.  Oxford Street, Picadilly Circus, Covent Garden son los espacios por los que discurre un relato ambientado en un Londres asociado en la memoria del lector al recuerdo de Wilde, a su retrato de la sociedad victoriana, a su ingenio y a su humor inimitable.
 
Oscar Wilde.
El crimen de Lord Arthur Savile.
Ilustraciones de Emilio Urberuaga.
Traducción de Susana Carral.
Rey Lear. Madrid, 2013.
 
Lo breve eterno
 
Mientras pise la hierba estaré bien, escribe Sergio Fernández Salvador para cerrar La casa abierta, el poema con el que concluye Lo breve eterno.
 
Es su segundo libro, publicado por La Isla de Siltolá como primera entrega de su nueva colección Tierra, y el oxímoron del título contiene no solo la clave de su sentido, sino un aviso de sus propias contradicciones.
 
Porque este es un libro desigual, con frecuentes altibajos, con baches que perturban su altura general, la hondura de su mirada evocadora o meditativa y la potencia de muchos de sus versos. 
 
Los espléndidos poemas iniciales marcan el mejor tono del libro y plantean a partir de la mirada al paisaje y al recuerdo de la infancia un soliloquio-plática machadiano (yo quisiera decírteme), una conversación con la naturaleza, los árboles o los pájaros, el  diálogo consigo mismo de un poeta que se proyecta y se salva en el paisaje con el tiempo al fondo y esa mirada meditativa que le permite reconocerse en él: Tu historia, tu paisaje, ya tus ojos.
 
Es lo que ocurre en Las almendras (Por dos, dicen, se moja en la tormenta / aquel que se cobija bajo un árbol) o en la estupenda evocación de la vendimia que se titula La sangre fría: Brillaban aún las uvas / lavadas por la aguada de la aurora.
 
Pero junto con esos momentos intensos y brillantes, hay errores como el vacío provisional elevado a definitivo en el Poema basura... de unos guiones (con mayúsculas __ con unos calcetines) que parecen haberse quedado a la espera de un adjetivo que no acabó de llegar.
 
Ese texto y algunos otros como los haikus, las poquiterías y las adivinanzas desmerecen del conjunto del libro, igual que la campoamoriana Plaza del grano. No se le alcanzan al lector las razones por las que están esos textos en un libro tan distinto en tono y en altura. Y aunque conociera esas razones no dejarían de chocarle ese error compositivo y esa precipitación.
 
Afortunadamente, el libro se recupera de esos desfallecimientos y vuelve a coger pulso en los poemas finales para remontarse y recobrar el aliento y el buen tono inicial - más celebratorio que elegiaco- a partir de esta declaración de fe en la poesía:
 
Es dejar que nos hablen 
las cosas que nos hablan de continuo
/.../
Es dejar que nos hablen 
y hablar luego con ellas.
 
Sergio Fernández Salvador.
Lo breve eterno.
La Isla de Siltolá. Sevilla, 2013.
 
Los últimos años de Casanova
 
Cuando Giacomo Casanova escribe la Historia de mi vida, interrumpe el relato en 1773, en el momento en que regresa a Venecia. Para paliar ese silencio, en 1929 Joseph Le Gras y Raoul Vèze, dos especialistas en su figura publicaron Los últimos años de Casanova, una reconstrucción de ese último tramo de su vida en el que Casanova fue un superviviente de sí mismo.
 
En una edición cuidada por Jaime Rosal, generosamente ilustrada, acaba de aparecer en la Bibliotheca Casanovensis de Atalanta este complemento imprescindible de la monumental Historia de mi vida que publicó en dos tomos hace cuatro años.
 
No es igual que un Casanova en primera persona, pero llena el vacío sobre “lo que Casanova no nos contó”, como titula su prólogo Jaime Rosal, y en uno de los apéndices del libro recupera el Compendio de mi vida, que envió a su amiga Cecilia de Roggendorf. Fechada el 17 de noviembre de 1797, es seguramente la última carta que escribió un Casanova al que le quedaban poco más de seis meses de vida. Antes de firmarla como Jacques Casanova, porque la escribió en francés, como su obra mayor, la cerraba declarando: No me avergüenzo de lo dicho.  Y ese colofón sirve no solo para cerrar la carta, sino para resumir su vida y su literatura en este libro imprescindible para los casanovistas.
 
Joseph Le Gras y Raoul Vèze.
Los últimos años de Casanova.
Edición de Jaime Rosal.
Memoria mundi. Atalanta. Vilaür, 2013.
 
Un cuarto propio
 
Para escribir novelas, una mujer debe tener dinero y un cuarto propio.
 
Esa es la conocida frase que Virginia Woolf usó como línea argumental de las dos conferencias que pronunció en Cambridge en octubre de 1928. Se le había propuesto que hablase en ellas de las mujeres y la novela ante un público femenino y un año después, en octubre de 1929, tras una intensa revisión, fundió aquellas dos conferencias en Un cuarto propio, que acaba de publicar Lumen en una bellísima edición ilustrada por Becca Stadtlander y prologada por Kirmen Uribe.
 
Tanto ese origen oral como ese auditorio femenino explican la complicidad del tono cercano de Virginia Woolf en los seis capítulos del libro. Con la a veces chocante traducción de Borges –que hace decir a Virginia Woolf  yuyos o la comida era recién a las siete y media-, aquí, como señalaba su sobrino Quentin Bell, se oye hablar a Virginia Woolf en un registro casi familiar, mientras que en las novelas se la oía pensar.
 
La desventaja social y económica de mujeres escritoras como Jane Austen, que tuvo que escribir sus novelas en un salón con gente alrededor, da lugar a un ensayo en el que la aspiración feminista a la independencia económica y creativa se metaforiza en la reivindicación de ese cuarto propio del título.
 
Virginia Woolf.
Un cuarto propio.
Traducción de Jorge Luis Borges.
Prólogo de Kirmen Uribe.
Ilustraciones de Becca Stadtlander.
Lumen. Barcelona, 2013.
Santos Domínguez

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