Análisis 21 (Parte II)

Museo Thyssen: Una colección que España no pidió

Foto: Museo Thyssen

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Sobre cómo llegó la colección del barón a España se ha escrito mucho. Pero lo cierto es que el Gobierno de entonces, presidido por Felipe González, nunca pidió al noble alemán que eligiera nuestro país como sede de sus obras de arte. De hecho, el primer contacto que hubo con Thyssen fue a cuenta de un cuadro de Goya, La marquesa de Santa Cruz, que el Gobierno trataba de recuperar (había sido exportado ilegalmente), para lo cual buscaban patrocinadores que lo adquiriesen y el barón fue uno de ellos. [Lea aquí la primera parte]

 

Intermediarios del Gobierno se reunieron con él, que respondió de forma sorpresiva: no aportaría ni una peseta para la adquisición del goya, pero propuso que España albergarse su colección. En esto fue, sin duda, esencial la mediación de su esposa, Carmen Cervera, Tita, para los amigos. 

 

Inauguración del Museo Thyssen. / Getty

El Gobierno respondió con unas condiciones difíciles de mejorar y así, en abril de 1988, se firmó el Protocolo de Intenciones, corroborado por un Acuerdo de Arriendo, en el que se estipulaba el préstamo de una amplia selección de la colección a cambio de cinco millones de dólares al año, para un plazo de nueve años. Un lapso de tiempo que no es baladí, ya que la ley establece que las obras de arte importantes que pasarán diez o más años en territorio español pasan automáticamente a ser consideradas como Bienes de Interés Cultural, quedando prohibida su exportación. Con ese plazo, el barón se guardaba la posibilidad de volver con sus cuadros a Suiza. Algo que, afortunadamente, no pasó ya que tanto el Gobierno como el barón pretendían, en el fondo, lo mismo: crear un museo público.

 

Tan sonado fue el acuerdo que la premier británica, Margareth Tactcher confesó públicamente que la negativa del barón de trasladar sus obras a Londres había sido su mayor fracaso cultural.

 

Pixabay

Así, en 1992 se abrieron las puertas del museo por primera vez. Y un año después, una vez el barón había comprobado in situ la idoneidad del edificio, se formalizó la compra de más de 700 piezas de la colección por parte del Gobierno por un total de 350 millones de dólares (más de 40.000 millones de pesetas de entonces).

 

Hubo cierta controversia en el Congreso, pero quedó en nada en cuanto se dio a conocer que la colección completa valía más de 1.200 millones de dólares y periódicos de todo el mundo ensalzaran la operación, considerándola, como en efecto lo fue, muy beneficiosa para España ya que el barón, al vender en bloque sus cuadros y no uno por uno en las subastas, aceptó perder muchísimo dinero. Aunque es cierto, las cifras son tan abultadas que pueden abrumar, pero es incuestionable que la presencia de la Colección Thyssen y su Museo, que pronto cumplirá 25 años, se han hecho más que merecedores de ellas.